Inmobiliario más endeudado del mundo

Pekín redirigió de forma brusca su política hacia la demanda interna (sobre todo la inversión), un modelo alimentado de un endeudamiento masivo del sector privado (empresas y familias), generando una burbuja de deuda que parece infinita, pero que como todas es insostenible en el largo plazo.

Pekín y su Política del 2008

China busco para su economía desde mediados del 2008 mantener un crecimiento notable y la solución fue estimular la demanda interna a través del crédito a empresas y hogares.

Ahora, Pekín quiere un sistema diferente, sostenible, asentado en el consumo interno, más igualitario, y que el Estado recupere el control de la economía. Lo que han llamado el camino a una prosperidad común.

Sin embargo, lo que se origino en el 2008 y sus consecuencias estimada en el riesgo de basar el crecimiento en deuda con los aspectos negativos que van desde la ineficiencia en asignación de recursos hasta los cambios en la percepción de los mercados, trajo consigo un escenario que lejos de tener un impacto positivo a largo plazo, ocasiono que la deuda privada del país llegara a niveles muy cercanos al 300% del PIB, frente al 117% de 2008 y en el aspecto social, desigualdad, excesos y desequilibrio en la distribución de la riqueza.

En consecuencia los recientes cambios iniciado por China, en atención a una  combinación de medidas y anuncios de las autoridades que ya han tenido una fuerte repercusión en los mercados: al reflejar una represión sobre la industria de las tecnologías, un mayor control del crédito, multimillonarias donaciones de grandes fortunas (a solicitud del gobierno), medidas y veto hacia el sistema de cripto,  reducción de las emisiones y la contaminación (generando una crisis energética), el no rescate o refinanciación de empresas fantasmas. En esta ruta hacia una Prosperidad Común, está presente en el inicio del recorrido Evergrande.

Los últimos 18 meses, una gran cantidad de empresas estatales chinas incumplieron sus préstamos, lo que generó temores sobre la dependencia de China de las inversiones impulsadas por la deuda para respaldar el crecimiento.

La caída de Evergrande puede ser el reflejo de este punto de inflexión: dolor a corto plazo, para lograr una economía más sostenible, inclusiva y sólida en el largo.

El mayor control y la represión sobre los sectores que han sido motor de crecimiento pueden lastrar de forma notable el PIB y el empleo a corto plazo. Además, existe el riesgo de que estas medidas tengan un impacto más duradero y dañino en la actividad, porque como apuntan desde JP Morgan, el 60% de la riqueza de los hogares chinos está en vivienda.

Si el mercado inmobiliario sufre, también lo hará el precio de la vivienda, lo cual tendrá un impacto, no solo sobre las promotoras e inmobiliarias, también sobre la riqueza y el consumo de los hogares chinos.
Por último, parece evidente que estas medidas destinadas a lograr un país más igualitario y 'justo' tendrán también un impacto sobre la competitividad de China en el mundo.

Este es uno de los grandes dilemas entre políticos y economistas, quizá también en la sociedad. Elegir entre una economía de alto crecimiento, competitiva, pero más desigual o una economía más igualitaria, pero menos competitiva y de menor crecimiento. Alicia García-Herrero cree que China va a apostar ahora por lo segundo: Prosperidad Común lo que hará a China menos competitiva y, quizás, hasta más justa.

Ambas cosas son buenas noticias para el mundo.

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